"X" mira a su alrededor. Tiene la camisa fuera de su pantalón, los ojos irritados y la frente sudorosa. Escucha una voz que le dice, que se apure, que entre, que hay un motón de cosas para llevarse de ahí antes de que caiga la cana. Un cronista de la prensa se detiene con su cámara a registrar el vandalismo irrefrenable que se sucede ante sus ojos y la mirada impasible de la fuerza pública que no se mueve un centímetro para actuar.Ya se le ocurre un título sobre lumpenes, gobiernos que reprimen con celeridad a obreros despedidos mientras que dejan actuar a piacere a los militantes del "aguante", cuando uno y otro, y luego otro y ocho más se le vienen encima.
"De a uno, es cosa de hombres"; pero de a varios contra uno o unos pocos, es cosa de salvajes, sin códigos, de métodos fascistas. Sentimientos de poder, de ser invencible; eso le permite entregarse a instintos que, de haber estar solo, habría reprimido forzosamente, se habría frenado. A esto se le agrega el anonimato de estar integrado a la masa, haciendo desaparecer totalmente el sentimiento de responsabilidad que frena continuamente a individuos como él.
En "Psicología de las masas y análisis del yo", obra de Sigmund Freud, la descripción de los lazos que unen a la masa de individuos, el hombre en masa, da cuenta del "embrujo" de acciones inconscientes dirigidas en palabras del padre del Psicoanálisis en un estado de hipnosis, en donde influido por el "hipnotizador" (en la figura del líder o conductor de la masa) comete actos que como individuo consciente no cometería. La suegestión movilizada por una potente apelación a las emociones es el principal motor del fenómeno de la particular conducta del individuo dentro de la masa, para Freud.
La adrenalina de la multitud, en otros casos, te lleva como un torrente rockero a perder los estribos y liberarte por un rato junto a otros.