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jueves, 25 de noviembre de 2021

Jethro Tull - A


El sábado pasado fui a un asado con amigos y nos divertimos un montón.

En la sobremesa, uno de ellos propuso un juego que terminó resultando bastante copado. Constaba de decir, con alguna letra inicial y pasando en ronda, sin que se repita ninguna palabra dicha por el conjunto de los jugadores, "cómo te llamas", "de dónde sos" y "qué vendes".

En mi caso, en una de las rondas, dije "me llamo Guido, vivo en Gabón y vendo gomas".

Ahora les propongo a ustedes, lectores, pensar en una ronda del juego cuya letra inicial fuera la "A"

miércoles, 28 de octubre de 2015

Jethro Tull - Heavy Horses (1978)


Carlos y el tranvía

   Allí, en esa tierra, en esos barrios que él frecuentaba, ningún hombre usaba sombrero ¿A quién se le habría ocurrido? Carlos era consciente de que estaba muy mal visto salí a la calle usando sombrero, pero eso ni siquiera se asemejaba a la realidad del qué dirán.
   Seguro que hablarían a sus espaldas, echándole pestes y todo tipo de injurias a su paso. "Alguien que viene de una casa como la suya, usar eso en la cabeza ¿qué tipo de ejemplo le da a los más jóvenes?". Las puertas se le cerraban en la cara y aunque todos le dirigieran un cortés saludo, el tenía la seguridad de que no tenía cabida allí. Quizás alguien lo imaginaría como un "Dick Tracy", persiguiendo las pistas de algún crimen, para enseguida calcinarse y desaparecer.
   No parecía haber fabulaciones, de nadie (o eso creía, lo cual le daba una sensación de claustrofobia, como de bajar 11 pisos en un ascensor con un rinoceronte enfurecido) que lo reconfortaran. Nadie que le encomendase recados de víveres para el hogar, para presentar un tentempié a las visitas. Tampoco albergaba esperanzas de que sus conocidos y aquellos que lo estimaban y permanecían a su lado, siguiesen cerca suyo mucho tiempo más.
   Cuando Carlos se calzaba su sombrero y se preparaba conforme a salir, subir al tranvía transformaba de cuajo todo ese panorama de oprobio al verla a ella. Picaba boletos con agilidad y cierto gesto maquinal en la tarea. No obstante, al pasar a su lado y pedirle el boleto, Carlos creía (o quería creer) que todo en ella se transformaba y hasta él se transformaba.  Sus ojos marrones, como la de la tan anhelada tierra que el navegante busca durante semanas, su sonrisa por la cual correr en una alocada carrera entre dientes que quitan el oxígeno, para dar paso al suspenso de toda resistencia, sólo ella lo lograba.
   Ya no importaba más qué llevaba sobre su cabeza, o si él no estaba en su cabeza, ni tampoco si la podía llegar a habitar. Solo poder imaginar lo que habría detrás de esos negros mantos en el occidente, y habitar allí. Con o sin sombrero, pero con ella.

lunes, 21 de abril de 2014

Jethro Tull - Songs From The Wood (2003 Remastered. 2 Bonus Tracks)


Nunca leí Cien años de soledad ni tampoco El otoño del patriarca. Últimamente se siguen llenando las páginas que recuerdan la obra de Gabriel García Márquez y yo apenas leí ocasionalmente, algún fragmento de un texto suyo y alguna crónica.
Todavía no leí Palomar o Por último, el cuervo. Sin embargo, se que Italo Calvino es uno de los grandes de la literatura italiana y todavía me acuerdo de una escena de La Dolce Vitta en la que se lo menciona como el más grande, después del Dante.
Tampoco leí todavía On revolution, ni siquiera alguna página que se refiera a Un informe sobre la banalidad del mal. Asi como Hannah Arendt, los autores mencionados y tantísimo otros que podría enumerar, es vastísimo lo que uno podría recordar sobre lecturas pendientes. Se necesitarían varias vidas, como las de posibles reencarnaciones, para alcanzar a leer todo lo que uno quisiera.
Grandes clásicos, grandes obras que podes no conocer u otras que quizás reconozcas. Otras obras, de otro tipo, también esperan del interesado y de la inquieta que anda detrás de un grato momento.