lunes, 2 de noviembre de 2015

Billie Holiday - The Complete On Verve (1945-1959) Disc 1


Oda personal a la niñez

En los dibujos animados se percibe un sentido de idilio permanente, de peripecias, persecuciones, saltos, juegos y un devenir en el que el sufrimiento no existe; cualquier cosa es posible.
En un mundo en el que nada sirve de pantalla, sino que es cándido y frontal, blancos capullos los envuelven en un marco de tiza y suelo igualador. En aquellos patios, las sogas que saltar, las pelotas de azul verdoso y uva, las escondidas y las columnas, sostienen el instante preciso en el que el tiempo vuela por los aires y ninguna otra cosa importa.
Abrazos y manos tendidas, pedidos de chistes y animales; rectangulares ventanitas azules darán lugar a prodigiosas memorias de "quedamos en la página 53, el capítulo 4 La oscuridad. En el día más esperado son gatos con botas, seres marinos y sirenitas, cartas de la reina malvada, pinochos y muchos más. Todos cantando y bailando.
Cualquier día de la semana, uno como hoy o un jueves, ellos esperan con ansias y entran felices por la puerta, a descubrir y compartir nuevas historias.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Glenn Hughes - Live in South America


Tren de pensamientos

Sobre la mesa hay un frasco. No logro entender si contiene una mezcla homogénea o heterogénea. Una tarea y un placer ¿los puedo mezclar? En varias películas se escucha una frase que dice "disculpe señor ¿el viaje será de placer o de negocios?" Interpretar algo "en papel" o "con el cuerpo y la fibra" es como volar. Suena trillado. Trillar también alude a trabajar la tierra. Trillar la fina también alude a drogarse. Sentirse en éxtasis no tiene para nada que estar asociado a drogarse. Eso que uno ama y mueve como si una fuerza extraña lo poseyera y que te tiene tachando palitos de una pared imaginaria para dar lo mejor de vos misma también es volar. Volar no para escaparse si no para ser uno mismo y ser otro. Otro lugar común parece. Parece como metamorfosearse hacia un otro y descargarle un montón de cuentas pendientes. Pelado como arrasado. Martita como diminutivo con dientes apretados, de aquello que agrietó una superficie plácida. Una foto, un recuerdo preso. Un número ¿de serie? Un número, como de legajo. todavía me acuerdo el número de legajo que tenía en Coto. 70444. Datos. Elementos significativos ¿lo son? Personas pequeñitas y otras personas, que transmiten lo que te levanta, como si fueras el personaje bíblico.   

Jethro Tull - Heavy Horses (1978)


Carlos y el tranvía

   Allí, en esa tierra, en esos barrios que él frecuentaba, ningún hombre usaba sombrero ¿A quién se le habría ocurrido? Carlos era consciente de que estaba muy mal visto salí a la calle usando sombrero, pero eso ni siquiera se asemejaba a la realidad del qué dirán.
   Seguro que hablarían a sus espaldas, echándole pestes y todo tipo de injurias a su paso. "Alguien que viene de una casa como la suya, usar eso en la cabeza ¿qué tipo de ejemplo le da a los más jóvenes?". Las puertas se le cerraban en la cara y aunque todos le dirigieran un cortés saludo, el tenía la seguridad de que no tenía cabida allí. Quizás alguien lo imaginaría como un "Dick Tracy", persiguiendo las pistas de algún crimen, para enseguida calcinarse y desaparecer.
   No parecía haber fabulaciones, de nadie (o eso creía, lo cual le daba una sensación de claustrofobia, como de bajar 11 pisos en un ascensor con un rinoceronte enfurecido) que lo reconfortaran. Nadie que le encomendase recados de víveres para el hogar, para presentar un tentempié a las visitas. Tampoco albergaba esperanzas de que sus conocidos y aquellos que lo estimaban y permanecían a su lado, siguiesen cerca suyo mucho tiempo más.
   Cuando Carlos se calzaba su sombrero y se preparaba conforme a salir, subir al tranvía transformaba de cuajo todo ese panorama de oprobio al verla a ella. Picaba boletos con agilidad y cierto gesto maquinal en la tarea. No obstante, al pasar a su lado y pedirle el boleto, Carlos creía (o quería creer) que todo en ella se transformaba y hasta él se transformaba.  Sus ojos marrones, como la de la tan anhelada tierra que el navegante busca durante semanas, su sonrisa por la cual correr en una alocada carrera entre dientes que quitan el oxígeno, para dar paso al suspenso de toda resistencia, sólo ella lo lograba.
   Ya no importaba más qué llevaba sobre su cabeza, o si él no estaba en su cabeza, ni tampoco si la podía llegar a habitar. Solo poder imaginar lo que habría detrás de esos negros mantos en el occidente, y habitar allí. Con o sin sombrero, pero con ella.

Sylosis - Dormant Heart (2015)


La pequeña llama

Juana y Ceniza juegan en el balcón. "Hace frío ahí afuera, abrigate", le dicen. A ella no le importa, sabe que a Ceniza llaman la atención los bichitos que de tanto en tanto aparecen entre las plantas y que su amigo bigotudo siempre está presto a cazar de un bocado.
Dino, Marisa, Clara (la del perfecto flequillo negro y ojazos como dos bolitas con las que jugarías en la plaza, hasta meterlas en el hoyito de tierra); Juana tiene un montón de amigos en 1º A. Pero su vínculo con Ceniza es otra cosa. Piensa en él. Casi toda la mañana y gran parte de la tarde piensa en él. Cuando ya no aguanta más, saca de un bolsillo de la mochila una foto que su papá le sacó a los dos jugando en el balcón, con esas cámaras que tienen un rollito adentro y tenés que esperar algunos días a que unos señores las revelen, según le explicaron.
90 días tenía cuando se lo trajeron y a pesar de la dueña de la gata mamá quería ponerle a esa cría "Tutuca", como llegó de regalo, fue su derecho ponerle el nombre que ella quisiese. Ceniza. En las largas horas que pasaban juntos, Juana y su gato hacían de todo. Desde el segundo piso en el que viven, miran los coches y colectivos pasar durante largo rato. Juegan a ver que tanto frío o calor tiene la gente, según que tanto pasa abrigada tal o cual persona. Es que el tiempo está loco. Según cuanto ondule la cola Ceniza, será signo de que ella le cuente alguna historia. O de los largos en que un Sapo descubre Buenos Aires, o de los cortos sobre chistes de payasos.
A veces, no conversan de nada. Ni ella cuenta historias, ni él dice miau. Sólo miran la calle mientras el papá pone un disco de esos de tango, de un señor que le dijo chau a su "Nino", o algo así. También disfrutan mucho de ver tele, lo que haya para ver. ÉL comodamente en su regazo, mientras ella acaricia su grisáceo pelaje varias veces.
En los días de lluvia, se quedan en su cuarto y juegan a que están en un galpón enorme con telas rojas, gordos conejos azules que caminan en dos patas y enormes dragones chinos con forma de yaguareté y también aparecen montones de coloridos ovillos de lana por todas partes.
El tiempo pasó ¿Tres semanas? ¿Algunos meses de clases? El tiempo está loco. Martina se ve muy seguido con Dino, Marisa y Clara. Va a sus casas y a veces se queda a dormir. Empezó natación y coro.
Juana está triste. Ceniza ya no se acerca a comer de su platito cuando Juana se sienta a almorzar. La mayoría de las veces en que ella sale al balcón, el gato no la espera y se va, saltando por los tejados. Ya no encuentra su mirada. Esa mirada de luna, de sueños de patas que se agitan y remontan vuelo como una mariposa, esa mirada como un canal de transmisión para contarle todo lo que le pasa. Para escuchar y compartir.
"Está creciendo Juana, arañaba, hacía pis en cualquier lado, no se adaptaba", "esta casa es chiquita, entendé, allá va a estar mejor"; varias justificaciones le dijeron, pero ninguna le alcanzaba. Juana quiere ver a su amigo. Volver a jugar, a compartir lo que cada uno tenga ganas de decirse. Ella está segura, no importa como, sabe que volverán a verse.

lunes, 5 de octubre de 2015

Jaime Roos - Fuera de ambiente - 2006


Gail es  una enfermera en el Hospital Midhurst. Un sábado a la mañana ocurre una emergencia. Alex Hayle, un cantante, sufre un terrible accidente automovilístico. Él se encuentra en coma y tiene la espalda severamente lesionada. Su manager lo traslada de Midhurst a un hospital privado. Unos meses más tarde, Gail ve a Alex en la televisión ¿pero se trata realmente de él?
Según declararon Hernández y Fernández (el empleado de la estación de servicio y el niño que suele frecuentar aquellos parajes deshabitados del litoral, del camino del la Ruta 12), una tarde del mes de octubre, habrían visto al sospechoso en el comercio, cargando el tanque de combustible de un destartalado Renault 12 modelo ´94. Algunos vecinos, dicen que se trataría de Hayle, a pesar de la larga barba, color rojiza y de los anteojos de sol, con los que no correspondería su última imagen conocida. Luego de comprar un sandwich, se sentó en una mesa con un vaso de refresco de soda. En ningún momento apartó la vista de su comida. Parecía escapar de alguna traición o fraude, o quizás fuera él quien hubiera cometido alguna felonía. Nadie podía afirmarlo.
Dicen que la última vez que se lo vio fue en las cercanías de un camping de ANCAP, en la Ciudad de Minas en el Uruguay, paseando un perro salchicha. A ciencia cierta, nadie pudo afirmarlo.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

U.D.O. - Mean machine


 La tecnología tiene como función ofrecer confort al ser humano asediado y concederle esparcimiento en un mundo inclemente: nos anestesia contra el dolor. Todo lo nuevo, de moda, al pie para el consumo asume la función del discurso y las prácticas consolatorias propias de una época anterior en la que la religión apaciguaba el sufrimiento. Esto es asi porque la modernidad técnica supone un tipo de vida que somete al ser humano a las mismas exigencias que se le hacen a una máquina. Al dejar caer sobre el cuerpo la coraza protectora del alma, ahora no hay diferencias entre alma y cuerpo, solo los `acolchonadores artificiales´ nos permiten sostener la relación con el dolor. En un doble movimiento, insertamos nuestros cuerpos `máquinas de excitación´ a la vez que nos privamos sensorialmente a fin de eludir las experiencias vitales que podrían generar sufrimiento, tanto individual como colectivamente. 
No desear, imposible. Una de las salidas efectivas entonces, será luchar, resistir y suspender todo con el Metal para que los cuerpos se abandonen a sí mismos.