La tecnología tiene como función ofrecer confort al ser humano asediado y concederle esparcimiento en un mundo inclemente: nos anestesia contra el dolor. Todo lo nuevo, de moda, al pie para el consumo asume la función del discurso y las prácticas consolatorias propias de una época anterior en la que la religión apaciguaba el sufrimiento. Esto es asi porque la modernidad técnica supone un tipo de vida que somete al ser humano a las mismas exigencias que se le hacen a una máquina. Al dejar caer sobre el cuerpo la coraza protectora del alma, ahora no hay diferencias entre alma y cuerpo, solo los `acolchonadores artificiales´ nos permiten sostener la relación con el dolor. En un doble movimiento, insertamos nuestros cuerpos `máquinas de excitación´ a la vez que nos privamos sensorialmente a fin de eludir las experiencias vitales que podrían generar sufrimiento, tanto individual como colectivamente.
No desear, imposible. Una de las salidas efectivas entonces, será luchar, resistir y suspender todo con el Metal para que los cuerpos se abandonen a sí mismos.