Oda personal a la niñez
En los dibujos animados se percibe un sentido de idilio permanente, de peripecias, persecuciones, saltos, juegos y un devenir en el que el sufrimiento no existe; cualquier cosa es posible.
En un mundo en el que nada sirve de pantalla, sino que es cándido y frontal, blancos capullos los envuelven en un marco de tiza y suelo igualador. En aquellos patios, las sogas que saltar, las pelotas de azul verdoso y uva, las escondidas y las columnas, sostienen el instante preciso en el que el tiempo vuela por los aires y ninguna otra cosa importa.
Abrazos y manos tendidas, pedidos de chistes y animales; rectangulares ventanitas azules darán lugar a prodigiosas memorias de "quedamos en la página 53, el capítulo 4
La oscuridad. En el día más esperado son gatos con botas, seres marinos y sirenitas, cartas de la reina malvada, pinochos y muchos más. Todos cantando y bailando.
Cualquier día de la semana, uno como hoy o un jueves, ellos esperan con ansias y
entran felices por la puerta, a descubrir y compartir nuevas historias.
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