Estás hace dos meses buscando trabajo, tocas puertas, te atienden porteros, secretarios, curriculum, tras curriculum; esperás sumar horas a la magra cantidad de horas que tenés y al flaco sueldo con el que te arreglás mes a mes. En eso, en un lugar atípico, que "en el tercer piso no es, vaya al quinto" y el ascensor re cargado y subir por la escalera, llegás y te atienden. "Asi que usted es profesor de Comunicación, no me diga. Acá lo estamos necesitando, vienen constantemente de Lengua y Literatura, o de esta o aquella materia, pero de Comunicación, nadie. Lo llamaremos, cualquier cosa".
Después de algo así, todo es un golazo de mitad de cancha. Tanto como relajarte en un lugar cómodo del pastito, mirar el cielo, cada tanto la calle, que de repente, dada vuelta en su sonido, hace llegar hasta vos un dulce disco de jazz y una voz que
te convoca al disfrute, como perrito de Drupy con el aroma de plato caliente.
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