Perros que ladran. Son tres. Por las siluetas, parecen ser Doberman. Los sujetan con fuerza, puesto que los canes tironean para lanzarse a atacar. En ese momento, los otros tres policías entran con una fuerza desmesurada a la pequeña peluquería del centro de veraneo. Alrededor, todo es oscuridad y silencio de los que duermen, luego de un día apacible, sanguchitos conto al eucalipto y bochas a 21 puntos en la arena.
Luego de revolver el local del pobre inocente que de cuando en cuando, con su hijita ayudándolo, corta el pelo de quienes esperan "gustarles bien vestidos", o tan solo verse mejor, se llevan notebooks y algunos otros objetos de valor, presuntamente marcados como evidencias. Marchándose raudamente en un auto sin patente, uno de los uniformados comienza a silbar y lo primero que le sale como melodía reconocible, es un fragmento de la 9na de Ludvig van Beethoven.
Párpados pesados, que se sacuden la luz del sol que entra, imperturbable, los jeroglíficos se evaporan. Después de todo, el "Himno a la alegría", representó una certera crítica al falaz ecumenismo de la supresión de los antagonismos de clase, contenido en
esa pretendida "unión de todos los pueblos".
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