lunes, 24 de marzo de 2014

Kansas - Broadcast Of Innocence. Villanova Field House, Bryn Mawr, Pennsylvania, USA (1976)


Hay un enorme y profundo vacío. Allí, solo a unos pasos adelante. Es inexorable. Por más que súbitamente se hagan claras las evidencias de su existencia, pero difícil constatar sus causas, el vacío se hace presente.
Cuando los últimos frutos se corrompen y la desnudez en la que todo termina saca al exterior hasta el último filo más peligroso que rebana el aire como simples bocados para el insaciable animal, el vacío lo devora todo.
¿Por qué está oscureciéndose todo, por qué las formas y los protocolos atan de pies y manos la férrea voluntad de escapar de esa sala donde la hoja baja lentamente hasta el pecho y graba su decisión de esquivarlo, con fina pero certera elegancia?
¿Por qué ese vacío golpea con unos irresistibles deseos de volverlo de cabeza, de hacerlo retroceder unos pasos? Iguales a esos que se hacen ruidosos pero que podrían asegurar la oportunidad de sucumbir a su tentación, sin importar lo que se sabe que puede traer como consecuencias.
¿Por qué ese vacío se cierne sobre sus cabezas y amenaza con dejarlos plantados ante un mar de incertidumbres en el que bucear, en busca de sirenas que canten las melodías que siempre quisieron escuchar y los provoquen a perderse, sin control, sin escapatoria?
Ese vacío, ese montón de nada, esa capa de cenizas, acumuladas como un gran montículo de arena en sus hombros, deja crecer, con un poco de atención, si se lo observa de cerca, a una flor. Esa flor deja ver en sus pétalos, los brillantes colores de un gran momento sinfónico, progresivo y sobre todo muy poderoso y clásico.

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